El Centro Cristiano La Mano Que Ayuda le dio el apoyo, la comprensión y la fuerza que necesitaba
“Mis problemas comenzaron cuando tenía 13 años. Comencé a tener ataques epilépticos, me desmayaba, perdía el control de mi cuerpo y a raíz de esto tenía que estar siempre acompañada. Y así fue como comenzó todo”.
En ese momento su vida dio un giro. Empezó a sentirse una carga y la tristeza se apoderó de ella. Además, su familia tuvo que cambiar toda su rutina para poder ocuparse de Andrea. Su padre trabajaba menos días, su madre estaba 24 horas pendiente… A pesar de ello nada mejoraba. “Me sentía muy sola, empecé a tener pensamientos de que no servía para nada, de que yo era el problema y perdí la ilusión por todo. Mis días transcurrían tumbada en un sofá, no tenía ganas de comer y llegué a pesar 34 kilos. Parecía una calavera”.
Su familia estaba desesperada, no sabía cómo ayudarla. Además, se volvió rebelde y agresiva. Afortunadamente un día su madre escuchó un programa de radio en el que diferentes personas narraban sus historias de superación. Alguna era parecida a la de su hija y decidió acudir con ella a La Mano que Ayuda. “Cuando llegué a la ONG estaba muy triste, muy angustiada. Al principio no quería pasar porque no quería que nadie me viera así pero finalmente entré. Las personas que estaban ahí se preocuparon por mí, me atendieron y no me juzgaron”.
Los consejos que recibía en las reuniones empezaron a darle la fuerza que necesitaba para salir adelante. “Hoy mi vida es completamente diferente, soy muy feliz, todos los aspectos de mi vida están bien, estoy casada, trabajo, he realizado mis sueños, he viajado… todo cambió por completo, ahora soy realmente feliz”.
Andrea superó todos esos miedos, complejos y problemas que la impedían crecer. En La Mano que Ayuda encontró el apoyo que necesitaba para recuperar la sonrisa.