Permanecer parado o seguir en frente. Continuar llorando o decidir sonreír. Dejarse llevar o, en la dificultad, encontrar una solución. Ir a la lucha o entregarse delante de la guerra. La vida está hecha de decisiones y tú eres quien elige lo que debe hacer o no. Este es el mayor poder que existe y Dios lo colocó en nuestras manos: el poder de la decisión, y no debes entregárselo a nadie.
Hay personas que sufren por dejar que otras personas decidan por ellas, porque toman su poder de decisión y lo entregan en las manos de otros. No permitas que esto suceda en tu vida. Nuestra vida es pautada por las decisiones que tomamos, y el poder de decidir sobre tu vida es exclusivamente tuyo, de nadie más. Es algo particular, que Dios te regaló.
A partir del momento que nos despertamos, al abrir los ojos, ya tomamos la primera decisión. Cuando decides levantarte y luchar, ya te encuentras a mitad de camino. Es posible que algo no salga conforme lo planeado, pero, aun así, cabe a ti tomar la decisión de seguir intentándolo o desistir.¿Quién no recibe malas noticias? Frente a estas, hay solo dos respuestas: la decisión de llorar o de encarar el problema y darle la vuelta a la tortilla. Todos sentimos miedo ante de una mala noticia, el problema no es sentir miedo, sino ser dominado y vencido por él.
En nuestro día a día estamos, constantemente, tomando decisiones por pequeñas que sean. Estas situaciones pueden provocarnos malestar, indecisión y bloquearnos a la hora de elegir qué es lo que debemos hacer. Te mostramos cinco sencillos trucos para enfrentarte a tus decisiones sin miedo:
1. Analiza el problema y dale la importancia real que tiene
2. Evalúa las ventajas y las desventajas
3. Piensa en las posibles consecuencias
4. Evita la presión social
5. Toma la decisión