Un día, después de haber creado toda la tierra, las plantas y todas las criaturas; Dios miró hacia el ser humano y dijo: “Voy a darle algo muy importante, algo que le hará invencible pero, como todavía no está preparado para tenerlo, lo esconderé”.

El Creador, comenzó a pensar en donde podía guardarlo. Quería ponerlo en un lugar accesible para todos, pero no a la vista, de tal manera que todos lo pudiéramos encontrar aunque no antes de estar realmente preparados para poseerlo. ¿Cuál sería el mejor lugar en el que esconder algo tan valioso?

Entonces, el águila, dijo: “Entrégamelo a mí, Señor, y yo volaré y volaré, recorreré todo el cielo y lo esconderé en la montaña más alta que exista”.

El Creador respondió: “No, no puede ser, porque, un día, la humanidad conquistará las montañas, incluso las más elevadas… ¡y lo encontrarán! Se beneficiarían solo unos pocos”.

El salmón habló: “Déjamelo a mí que yo nadaré y nadaré hasta llegar a lo más profundo del mar y, allí, en el lugar más recóndito, lo esconderé y nadie podrá encontrarlo nunca”.

Nuevamente el Creador contestó: “No, tampoco es ese un buen lugar. Los humanos son exploradores y, un día, también bajarán a las profundidades del mar… ¡y lo encontrarán! Se beneficiarían solo unos pocos”.

El gusano intervino: “Yo vivo en las mayores hondonadas de la tierra, nadie puede llegar hasta allí; entrégamelo y lo llevaré conmigo al fondo de la tierra”.

Una vez más el Creador afirmó: “El hombre es un ser inquieto, inventará grandes máquinas que taladrarán el suelo y, tarde o temprano…. ¡lo encontrarán! Se beneficiarían solo unos pocos”.

Otros animales propusieron sitios diferentes, en los árboles, las nubes, el viento… pero todos parecían demasiado accesibles al hombre. Las ideas se estaban acabando, cuando, de repente, el diablo habló: “Yo tengo una idea, Señor ¿Por qué no esconde ese bien tan preciado en el interior de sí mismos? (Seguro que ahí será el último lugar a dónde lo busquen – pensó)”.

El Creador sonrió y respondió: “¡Que así sea entonces!”.

Y, desde aquel día, tú tienes el Poder, ese magnífico obsequio, en tu interior. ¿Cuántas veces has perdido el tiempo dependiendo de que otras personas hagan, digan, cambien…, de que las situaciones muden, de tener cosas o de dejar de tenerlas… en vez de buscar la respuesta en ti, y actuar? ¿Cuántas veces has entregado Tu Poder a todas esas personas, circunstancias, emociones y cosas?

¡Usa tu Poder! Ya dispones, o puedes adquirir, las herramientas necesarias para vivir una vida plena y feliz. Céntrate en las fortalezas que ya tienes; en la alegría, optimismo, esperanza, perdón, gratitud, esfuerzo… y desarróllalas aún más, no te concentres en lo que falta o en la debilidad, sino en la posibilidad. Tienes el poder de moldearte, superarte y mejorar ¡y nadie te puede quitar esta habilidad!

Si no das un paso hacia adelante, siempre estarás en el mismo sitio.

Maribel Salvo
Psicóloga y Vicepresidenta de LMQA

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