«A los 18 años tuve una desilusión sentimental que me llevó a una profunda depresión. Me sentía vacía, sin ganas de vivir y esto hizo que empezará a llevarme mal con mis padres. Me sentían tan mal que empecé a consumir drogas para olvidar lo que vivía día a día.»
DESESPERACIÓN
Envuelta en esta vida, empecé a mantener relaciones con hombre y mujeres porque ya nada me importaba. Fue cuando empecé a hacerme cortes porque pensaba que de esa manera no sentiría lo duro que era sentir el dolor en el alma. También intenté suicidarme y fue cuando mi madre vio que necesitábamos ayuda.
SALIDA
Esa misma semana mi madre escuchó hablar del Centro Cristiano La Mano Que Ayuda y empezamos a participar de las reuniones. Poco a poco vimos los cambios hasta notar que ya nada era igual. Hoy soy una joven feliz y realizada, con ganas de vivir y una familia unida.