«Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de Ti, y no quites de mí Tu Santo Espíritu. Vuélveme el gozo de Tu Salvación, y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores Tus caminos, y los pecadores se convertirán a Ti.»

(Salmos 51:10-13)

David fue perdonado después de esta oración, pues Dios vio en él un sincero arrepentimiento. Al recibir el perdón y tener restituida la alegría de la salvación, pide: «espíritu noble me sustente». Lo que sustenta y evita la reincidencia en el error es aprender a dar. Para mantenerse firme, hay que desarrollar un espíritu generoso, que no piensa en sí mismo, que se alegra en enseñar, en ayudar, en dar.

Quien no mira su propio ombligo, sus propias voluntades, quien no mira sus propios intereses y placeres, no tropieza, pues mantiene los ojos firmes en el camino, en el objetivo. El espíritu noble es un espíritu inquebrantable. El corazón generoso es un corazón puro.

La suerte de Job fue cambiada cuando él oró por sus amigos (Job 42:10). Cuando dejó de preocuparse por sí mismo y obedeciendo a Dios, volviendo sus ojos a quien lo necesitaba. Job pasó a pensar como Dios. Dios no piensa en Sí mismo. Si pensara, nadie más existiría. «Si Él pusiese sobre el hombre su corazón, y recogiese así Su espíritu y Su aliento, toda carne perecía juntamente, y el hombre volvería al polvo» (Job 34:14-15). Busca desarrollar ese espíritu noble. Haz de esta oración de David tu propia oración hoy. Y Dios te sustentará.

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