Un potentado padre de familia llevó a su hijo a una excursión por el campo. Quería que viera cuán pobre era la gente allí, que entendiera el valor de las cosas y lo afortunados que era ellos.
Estuvieron todo el día en la granja de una familia campesina muy humilde. Al concluir el paseo, estando ya en casa, el padre preguntó a su hijo:
– ¿Qué te pareció la excursión? ¿Viste cuán pobre es la gente allí?
El chavalín, sin titubear mucho, contentó:
– El viaje fue maravilloso. Y, en cuanto a lo que vi, evidentemente me sorprendieron muchas cosas.
El padre de familia siguió:
– ¿Y qué aprendiste de todo lo que viste?
El niño dijo:
– Que tenemos un perro y ellos seis. Una piscina de 25 metros y ellos un arroyo sin fin. Que tenemos 8 lámparas importadas que iluminan el jardín y ellos millones de estrellas. Nuestro patio llega hasta el límite de la casa y ellos tienen todo el horizonte.
– Y añadió: pero lo más bonito que vi fue que todos conversan y conviven como una gran familia. En cambio, mamá y tú trabajan todo el tiempo y raras veces charlan conmigo. ¿Verdad que ellos son más felices papá?
El padre, sin saber qué decir, se quedó completamente perplejo y enmudecido. Entonces el chaval concluyó:
– Gracias papá por enseñarme dónde la gente es más feliz teniendo pocas cosas.