Te invito a que seas el protagonista de la historia que quiero compartir contigo, para ello, solo tienes que utilizar tu imaginación.

Vas andando descalzo por un cálido y suave sendero; sin prisas, sin rumbo. Estás libre, liviano, sin ataduras, malestar, complejos, preocupaciones… Una suave brisa, árboles preciosos, pájaros, flores… ¡Maravillosa fragancia! El lejano gorjeo de los pajarillos, el agua que corre… ¡Estás disfrutando de lo lindo!
En el horizonte vislumbras la silueta de una ciudad. Agudizas la mirada y, sin saber muy bien cómo, te das cuenta de que, allí, puedes encontrar todo lo que deseas: Metas, objetivos, necesidades y sueños están en esa ciudad: Lo que siempre anhelaste. ¡Está ahí, delante de ti, tan solo a unos pasos!

Sin dudarlo, con tu mirada fija en la ciudad, empiezas a caminar hacia ella; alegre, con energía, seguridad, ánimo, disposición….

El sendero parece cuesta arriba, los pies comienzan a dolerte y te sientes un poco cansado, pero sigues. Percibes un cartel de “Zanja”: Una enorme zanja te impide pasar. Temes, dudas, te desanimas. Te enfureces por no poder conseguir tu meta fácilmente, pero, decides saltarla. Retrocedes un poco, lo justo para coger impulso y… ¡Conseguido! Te sientas para reponerte y descubres algunas heridas en los pies.

Un fuerte ruido ensordecedor. ¡Puf, no contabas con esto, ¿de dónde ha caído esa gran piedra? ¡La observas! Con ayuda de las manos, la saltas ¡Superado, aunque con algunos arañazos! El camino parece despejado.

¿Qué es ese espantoso olor? ¡Un abismo se abre frente a ti! Te detienes. ¡Imposible saltarlo! ¡No puedes! Paralizado observas el abismo infranqueable. ¡No, esta vez, no lo conseguirás! Miras a tu alrededor buscando la procedencia de esas voces y te das cuenta de que, a un lado, tienes todo lo necesario para construir un puente. Nunca has sido nada hábil y te duelen las manos ¡Renuncias! Miras con tristeza a la ciudad…

Empiezas a construir el puente. Pasan horas, días, meses… ¡Terminado por fin! Emocionado, e inseguro, empiezas a cruzarlo. Es inestable, se mueve… ¡El olor nauseabundo te marea! Vomitas y te queda ese desagradable sabor en la boca ¿Y si cayeras ahí? Retrocedes, sí, no… miras atrás, adelante ¡Ahí, está la ciudad! Fijas tus ojos en ella y das un paso adelante, otro, un paso más, sólo otro y… ¡Estas al otro lado!

¿Qué es esto? ¿De dónde ha salido? ¡Un gigantesco muro húmedo rodea la ciudad! Abatido, buscas la manera de esquivarlo, una ranura, un agujero ¡algo! No hay nada. ¡Estás tan cansado, desanimado, desesperado! ¡Quizá debas desistir! Y, total, llegar a la ciudad ¿qué te garantiza?

Sientes hambre. Ves una especie de frutas. Decides probar… ¡Uhm, deliciosa! Solo otro mordisquito, otro y…

Te despiertas ¿qué ha ocurrido? ¿Cuánto tiempo ha pasado? Te repones: No dejaras que el muro impida tu paso a “tu ciudad”. Vas a trepar. Coges aire, de repente, descubres, a un lado del camino, a un niño que te mira. Sonríe. Te recuerda a ti mismo de pequeño. Le preguntas: ¿Por qué hay tantos obstáculos? El niño sorprendido se encoge los hombros y contesta: ¿Y a mí que me cuentas? Antes de que llegaras, no estaban ahí… ¡Los obstáculos, los trajiste tú!

Y tú ¿Tienes una ciudad? ¿Obstáculos? ¿Cómo son? ¿De dónde han salido? ¿Cómo los has descubierto? ¿Dispones de herramientas para superarlos? ¿Qué estás dispuesto a hacer, y que no, para llegar a tu ciudad? ¿Dónde están las garantías de tu éxito?

Maribel Salvo
Vicepresidenta de LMQA y Psicóloga

Abrir chat
Hola 👋🏼, ¿En qué te podemos ayudar?