“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.”

(Gálatas 6:9)

Las necesidades diarias desvían nuestros ojos hacia nuestro propio ombligo. Lo que le interesa hoy al hombre son sus cuentas, sus problemas, su vida, su familia, su futuro, sus sueños, su dolor, su interés, lo suyo, lo suyo, lo suyo…
En navidad, la publicidad te llevó a querer dar regalos, a querer decir “Feliz Navidad”, a querer dar tarjetas de felicitación… ¿por qué decidiste, después de enero, que ya no era momento de dar? La generosidad con una fecha de vencimiento no es generosidad. No nos cansemos de hacer el bien. No importa si somos correspondidos o no, si somos comprendidos o no. La Palabra de Dios dice que segaremos. Si no desistimos, cosecharemos lo que hemos sembrado.
En otra ocasión, dice: “El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.” (Proverbios 11:25) Es decir, quien da, recibe. Si quieres prosperar, debes ser generoso. Si quieres matar tu sed, debes darle de beber a alguien. Si quieres amor, debes amar. Si quieres atención, debes dar atención. No recibirás lo que no des. Es una ley fija de Dios. La naturaleza funciona así. Quien siembra, cosecha. Y tú solo cosechas lo que siembras.


Siembra lo que quieras cosechar


 

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