A Walter le cambiaron la maleta y le condenaron por tráfico de drogas
“Tenía una vida normal, como la de cualquier joven de 21 años, pero de repente comenzó mi pesadilla. Estudiaba y trabajaba a la vez. Un amigo me invitó a viajar a Barcelona desde mi país –Brasil– y me pareció una buena oportunidad para desconectar, así que acepté. Pero cuando iba a recoger la maleta, un familiar con el que viajaba me dio otra para que llevara esa en lugar de la mía. Lo que no sabía es que esa nueva maleta tenía un doble fondo en el que iba escondida bastante cocaína. Los policías me abordaron, me cachearon, metieron la bolsa en el escáner y se arruinó mi vida. Estaba angustiado, no entendía nada y no sabía qué hacer.
Un mes más tarde mis padres pudieron venir desde Brasil a visitar-me pero me sentía completamente solo allí dentro. ¿Lo más duro? Verme privado de libertad de día y de noche y estar encerrado en una celda injustamente. Los días se me hacían eternos, me sentía abandonado en un país extraño.
Me condenaron a 10 años de prisión y el mundo se me vino encima. Perdí la ilusión por todo. Además, mis padres sufrieron mucho y yo me culpabilizaba constantemente. Ellos vieron que no tenía esperanza ni ganas de luchar. Como conocían La Mano que Ayuda me empezaron a hablar del trabajo que realizaban y los voluntarios de la ONG comenzaron a visitarme. Me daban palabras de ánimo y de fuerza que me reconfortaban enormemente.
Ese fue el punto de inflexión. Sentí que igual que otras personas habían podido salir de situaciones difíciles yo también podía. Continué recibiendo esas charlas motivacionales y aprendí a sacar todo mi potencial. Cuando salí de la cárcel tenía más fuerza y seguridad que nunca. Gracias a todo el apoyo y a la orientación que recibí en La Mano que Ayuda, hoy puedo decir que superé la tristeza y la depresión que sufría. Ahora soy un hombre libre, felizmente casado y tengo trabajo”.