Cada fin de semana, las noches de nuestras ciudades se llenan de jóvenes que con su ropa de “última moda” y su mejor sonrisa “salen de marcha”.
Los locales y discotecas abren sus puertas e invitan a los adolescentes, jóvenes y no tan jóvenes a traspasar su umbral y recorrer toda la noche envueltos en sus luces intermitentes y sus sonidos ensordecedores; todo ello acompañado por el alcohol y todo tipo de sustancias que distorsionan la realidad para, así, intentar escapar de la rutina diaria, la soledad, los problemas y obligaciones y, en algunos casos, de uno mismo; pasando unas horas, una noche o unos días, en un mundo artificial donde el único objetivo es ligar, bailar, beber, reír, olvidar…: es la noche de nuestra ciudad.
La adolescencia es la época de los cambios por excelencia, se experimentan cambios muy rápidos a los que los jóvenes tienen que habituarse teniendo que construir un autoconcepto y una identidad personales que incluyan cómo se ven ellos y como les ven los demás. En muchos casos, en su lucha por ser independientes se produce un rechazo hacia las normas de los padres y esta ruptura con la identificación de los padres se ve compensada por la admiración hacia otras figuras alejadas (normalmente famosos) que se convierten en importantes modelos a imitar.
Todo esto hace que los jóvenes sean especialmente influenciables por las modas, medios de comunicación… y facilita el establecimiento de nuevas relaciones afectivas con los amigos, por lo que, en este momento, éstos se convierten en una fuente de apoyo que les permite compartir experiencias con personas que se encuentran en una posición similar a la suya en el mundo y con los mismos sentimientos y problemas.
Como consecuencia, la influencia del grupo es muy grande; ahora lo más importante es la seguridad, el sentimiento de pertenencia y aceptación del grupo y la lealtad al mismo; y, así, empiezan a buscar juntos nuevas experiencias, probar, investigar… y la noche y lo prohibido llaman poderosamente su atención y las salidas nocturnas comienzan a formar parte de sus vidas como algo normal y habitual.
En este momento de sus vidas adquiere vital importancia todo lo que han aprendido e interiorizado desde niños, la comunicación con los padres, la información y tener modelos conductuales adecuados a imitar (predicar con el ejemplo), así como ofrecerles formas alternativas de ocio y tiempo libre saludables, interesantes y atractivas.
Llegados a este punto vemos como cientos o, mejor dicho, miles de jóvenes salen cada noche, sobre todo del fin de semana, a la calle, se embarcan en esta noche donde una gran variedad de locales les ofrecen la posibilidad de pasar toda la noche inmersos en este mundo para pasarlo bien, disfrutar, tener nuevas sensaciones, buscando, siempre buscando, algo nuevo y, de ese modo, los jóvenes pasan sus noches de local en local y de “copa en copa”, preocupados únicamente por la satisfacción y el placer inmediatos.
Y para aquellos con menor poder adquisitivo están los bancos y parques públicos donde practicar el tan polémico “botellón”, con distinto escenario pero los mismos métodos y objetivos.
Entonces llega la madrugada, las primeras luces del día despuntan y todos estos locales se ven obligados a cerrar sus puertas y si “el cuerpo aguanta” dejan paso a los after owers, lugares donde se prolonga la penumbra de la noche, sus destellos y su disfraz durante todo el día.
Y después… “el bajón”, la resaca, el malestar, la tristeza… Y la soledad, los problemas, las responsabilidades… en definitiva, ¡la realidad, vuelve!
Y cada fin de semana se colapsan las urgencias hospitalarias con comas etílicos, paradas cardíacas y respiratorias, accidentes de tráfico, peleas…
Y cada fin de semana sin dormir, sin parar, con las drogas y el alcohol como compañeros van dejando mella en su carácter y emerge la irritabilidad, la agresividad, la falta de sentido para vivir, surgen los problemas de memoria y concentración y llegan el insomnio, las ideas de persecución y las alucinaciones con confusión, pánico, ansiedad…
[Y cada fin de semana en Madrid se cobra cientos de vidas, destruye centenas de familias y mata miles de ilusiones: es la noche de nuestra ciudad.]
Maribel Salvo
Psicóloga y Vicepresidenta de LMQA.